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Pedro declara que Jesús es el Cristo(A)

13 Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo:

—¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?

14 Ellos dijeron:

—Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.

15 Él les preguntó:

—Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

16 Respondiendo Simón Pedro, dijo:

—Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

17 Entonces le respondió Jesús:

—Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. 19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.

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Palabras de consuelo para Sión

51 «Oídme, los que seguís la justicia,
los que buscáis a Jehová.
Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados,
al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados.
Mirad a Abraham, vuestro padre,
y a Sara, que os dio a luz;
porque cuando no era más que uno solo,
lo llamé, lo bendije y lo multipliqué.
Ciertamente consolará Jehová a Sión;
consolará todas sus ruinas.
Cambiará su desierto en un edén
y su tierra estéril en huerto de Jehová;
se hallará en ella alegría y gozo,
alabanzas y cánticos.

»Estad atentos a mí, pueblo mío,
y oídme, nación mía;
porque de mí saldrá la Ley,
y mi justicia para luz de los pueblos.
Muy cerca está mi justicia,
ya ha salido mi salvación
y mis brazos juzgarán a los pueblos.
En mí esperan los de la costa;
en mi brazo ponen su esperanza.
Alzad a los cielos vuestros ojos
y mirad abajo, a la tierra;
porque los cielos se desvanecerán como el humo
y la tierra se envejecerá como un vestido.
De la misma manera perecerán sus moradores;
pero mi salvación será para siempre,
mi justicia no perecerá.

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Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José, y dijo a su pueblo: «Mirad, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. 10 Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique y acontezca que, en caso de guerra, él también se una a nuestros enemigos para pelear contra nosotros, y se vaya de esta tierra.»

11 Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos para que los oprimieran con sus cargas. Así edificaron para el faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. 12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel.

13 Los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, 14 y amargaron su vida con dura servidumbre en la fabricación de barro y ladrillo, en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor. 15 También habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra y la otra Fúa, y les dijo:

16 —Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, observad el sexo: si es hijo, matadlo; si es hija, dejadla vivir.

17 Pero las parteras temieron a Dios y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. 18 Entonces el rey de Egipto hizo llamar a las parteras, y les dijo:

—¿Por qué habéis hecho esto? ¿Por que habéis preservado la vida a los niños?

19 Las parteras respondieron al faraón:

—Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; son robustas y dan a luz antes que llegue la partera.

20 Dios favoreció a las parteras; el pueblo se multiplicó y se fortaleció mucho. 21 Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.

22 Entonces el faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Echad al río a todo hijo que nazca, y preservad la vida a toda hija.»

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Nacimiento de Moisés

Un hombre de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió y dio a luz un hijo. Al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo más tiempo, tomó una canasta, la calafateó con asfalto y brea, colocó en ella al niño y la puso entre los juncos a la orilla del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos para ver lo que le acontecería.

La hija del faraón descendió a lavarse al río y, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del río, vio ella la canasta entre los juncos y envió una criada suya para que la tomara. Cuando la abrió, vio al niño, que estaba llorando. Llena de compasión por él, exclamó:

—Éste es un niño de los hebreos.

Entonces la hermana del niño dijo a la hija del faraón:

—¿Quieres que te llame a una nodriza de las hebreas para que te críe a este niño?

—Ve —respondió la hija del faraón.

La joven fue y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija del faraón:

—Llévate a este niño y críamelo; yo te lo pagaré.

La mujer tomó al niño y lo crió. 10 Y cuando el niño creció, se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo crió como hijo suyo y le puso por nombre Moisés, diciendo: «Porque de las aguas lo saqué.»

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Acción de gracias por el favor de Jehová

Salmo de David

138 Te alabaré con todo mi corazón;
delante de los dioses te cantaré salmos.
Me postraré hacia tu santo Templo
y alabaré tu nombre
por tu misericordia y tu fidelidad,
porque has engrandecido tu nombre
y tu palabra sobre todas las cosas.
El día que clamé, me respondiste;
fortaleciste el vigor de mi alma.

Te alabarán, Jehová, todos los reyes de la tierra,
porque han oído los dichos de tu boca.
Cantarán de los caminos de Jehová,
porque la gloria de Jehová es grande,
porque Jehová es excelso, y atiende al humilde,
pero al altivo mira de lejos.

Cuando ando en medio de la angustia,
tú me vivificas;
contra la ira de mis enemigos extiendes tu mano
y me salva tu diestra.
Jehová cumplirá su propósito en mí.
Tu misericordia, Jehová, es para siempre;
¡no desampares la obra de tus manos!

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La nueva vida

12 Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

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